Cierto es que a poco que uno sea aficionado a las aventuras clásicas, conoce alguna de las entregas “modernas” del universo Tex Murphy, aventuras repletas de FMV (en cristiano, “vídeos”) y protagonizadas por el mismo Chris Jones encargado de su diseño y producción. Under a Killing Moon (1994), The Pandora Directive (1996) y Tex Murphy: Overseer (“remake” de este Mean streets lanzado en 1998) son buenos representantes de esta corriente tanto afín al cine como a la aventura.
Sin embargo, la serie del carismático investigador privado se remonta a un buen puñado de años atrás, cuando llegó a con un formato bastante alejado de las cinemáticas e incluso del propio soporte en CD, para MS-DOS y otros sistemas domésticos. Mean Streets (1989) y Martian Memorandum (1991) pueden ser tecnológicamente mucho más modestas como primeros escarceos de la serie, pero ojo, tal factura técnica no hace mella alguna en el sabor a whisky y film noir distópico que lucen sus hermanas mayores, y ellas mismas. En aras de un mayor conocimiento de la saga, y como mera celebración gafapaster por el éxito de Tesla Effect, su última aventura, nos sumergimos en un San Francisco post-apocalíptico. Y como no, en sus mezquinas calles.
Aventura vintage post-apocalíptica
Calles que de hecho están repletas de mierda radiactiva de todas las naturalezas. Corre el año 2033, y los vestigios de la Tercera Guerra Mundial permanecen en forma de rayos gamma y entornos inhabitables. Mientras que algunos humanos han desarrollado resistencia a la radiación, otros tantos perecen en un mundo difícil, aquejados de toda clase de crueles mutaciones, o a manos de ciertos congéneres carentes de cualquier clase de escrúpulos.
Ese es el hábitat en el que sobrevive Tex Murphy, un investigador privado peculiar como él solo. El sabueso es contratado por una atractiva joven llamada Sylvia Linsky para resolver un caso pero que muy sospechoso.
Su padre, el eminente científico Carl Linsky, ha muerto tras precipitarse por el Golden Gate. Lo que las autoridades señalan como suicidio no lo para la hija de Linsky, que alberga no pocas dudas sobre las últimas horas de su padre.
Con 10.000 dólares en el bolsillo y media California a nuestros pies, el rompecabezas que oculta la muerte del señor Linsky aguarda dispuesto a desenmarañarse, a pesar de que algún sospechoso tratará de evitarlo.
En la boca del lobo
En este punto es donde tomamos las riendas del caso, con algunas pistas iniciales que nos provee, curiosamente, el propio manual de instrucciones. Y es que nada más comenzar nuestro periplo podemos conducir nuestro vehículo volador (anti)personal libremente y explorar el mapeado rumbo a donde nos plazca; aunque en honor a la verdad, a todas luces sale más a cuenta utilizar las coordenadas iniciales, (y las que luego consigamos) con objeto de visitar sin rodeos las numerosas localizaciones en las que nos esperan testigos, sospechosos, y alguna que otra situación peliaguda.
Desde los primeros compases de la aventura, queda meridianamente claro que Mean Streets no es solo un juego. En primer lugar, porque el guion, los personajes, la ambientación y hasta la propia música beben descaradamente del cine de suspense, o mejor dicho, de la teleserie detectivesca.
La cutrez y el aire decadente de Tex lo hacen aún más grande, ejemplo diáfano de ese fenómeno según el cual el antihéroe gana atractivo conforme pierde escrúpulos y elegancia. Y es que, aún en San Francisco, Tex Murphy es la Lisboa de los detectives interactivos: Deslucido pero orgulloso, llegando incluso a brillar en su decadencia.
Aún así, y haciendo un esfuerzo por definir a Mean Streets estrictamente como videojuego, nos damos de bruces con nada menos que cuatro aspectos jugables bien diferenciados. Por una parte, el simulador propiamente dicho, con el que nos moveremos por el mapeado.
El control y la usabilidad son bastantes primitivos, por lo que muy probablemente estarás usando el cómodo -si no necesario- autopilot, que funciona gracias a los códigos de navegación citados. Con todo, ni los mismísimos Dioses te librarán de pasar un buen puñado de horas revoloteando de aquí para allá, manual o automáticamente. Meh.
Ya en nuestro destino, pueden esperar tres escenarios bien distintos.
El primero de ellos es el interrogatorio, que funciona en base a unos sencillos comandos escritos. Tranquilos, que aunque el sistema pinte caótico, se reconocen únicamente nombres propios, y unos pocos términos sueltos importantes en la aventura, con los que os prometo que os familiarizaréis de inmediato.
Abrirse camino en este terreno cenagoso con frecuencia tiene su precio, y aunque podemos seducir al interrogado a base de billetazos, también podemos persuadirlo con un poco de violencia física.
Por otra parte, recabamos indicios y nos hacemos con ítems en escenarios repletos de pistas que conviene registrar minuciosamente, y eso que ocasiones ello pueda ocasionarnos una muerte atroz (lo que vienen siendo “los gajes del oficio”).
Tanto el movimiento como la interacción con el escenario se da exclusivamente con las teclas, en un sistema funcional pero ciertamente algo engorroso, teniendo en cuenta especialmente que no podemos acceder a los ítems en estas pantallas, únicamente en el vehículo. Fuck.
Por último, entre tanto indicio también hay espacio para unos breves niveles de acción y shooter, en los que cobra protagonismo la munición que hayamos encontrado en nuestras pesquisas.
Callejones oscuros… y yo, con balas de fogueo
Ciertamente, habréis deducido a estas alturas que si Mean Streets tiene un punto flaco ese es el apartado técnico. Los gráficos están bastante por detrás en comparación con otras aventuras coetáneas, y si las digitalizaciones de los personajes son bastante mediocres y los fondos dejan bastante que desear, la representación del simulador arranca pedazos pixelados de mi alma para luego mearse sobre ellos.
Por lo menos, el equipo de The Code Monkeys, es consciente de que los gráficos se pueden mejorar bastante en 16 Bits, y nos ofrecen un interface bastante más pulido, con una fase de simulador un poco menos tosca, y más velocidad al juego en general. Por desgracia, esta mejora no se aplica al área sonora, donde los efectos son pocos, y el sonido, que era una maravilla para PC, aquí se queda corto.
Bien es cierto que a nivel técnico la experiencia de Mean Streets puede ser bastante agridulce. Pero tras este aspecto negativo aguarda el arranque de una de las sagas más carismáticas del videojuego de aventuras, así como uno de los mejores hilos argumentales que puedas encontrar en un videojuego: inmersivo, poético, trágico. Humor negro del más fino, una bella a la par que áspera prosa y una experiencia en la que se hace casi imprescindible papel y lápiz, con objeto de no perdernos entre pistas, documentos y falsos testimonios. Oye… ¿Quién asesinó al señor Linsky?
Galería de Versiones
Tex Murphy: Mean Streets (The Code Monkeys/U.S. Gold) (1990)
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80%
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70%
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86%
El retorno del rey
– Original mezcla de géneros
– Se ve mejor que su famosa versión VGA
– Horas de entretenimiento
– El interface de las partes de aventura es un poco arcaico
– Se pasa demasiado tiempo yendo de un sitio a otro
– Nuestro vehículo tiene tantas teclas como un simulador